Alexis Blanco
La voz airada de Caetano Veloso acompasaba la emoción planetaria que conmovía a los jóvenes de su generación: “¡Prohibido prohibir!”, increpaba él desde los escenarios en los que encendía el mismo clamor que, ese año 1968, sacudía a la humanidad. En todo el orbe los artistas proclamaban con sus cantos, con su arte, el advenimiento de una revolución cultural que ahora cumple medio siglo y que aún reverbera en la conciencia colectiva desde esa chispa francesa.
El término “Mayo Francés” advino en una categoría irreverente, una forma de nombrar un estallido portentoso, pleno de formas psicodélicas y de símbolos culturales que aún marcan huella profunda en la piel de la humanidad. El escritor mexicano Carlos Fuentes rememoraba: “Será con el estreno de La Edad de Oro en la Cinémathèque francesa cuando insurge el visionario Luis Buñuel como un instigador: “¿Han vencido el tiempo –37 años– y la historia –la sociedad de consumidores– aquella visión de fuego de Buñuel y los surrealistas? Me rodea esta noche un público que dice lo contrario (...) Los jóvenes que en mayo del 68 levantaron las barricadas de París habían visto las películas de Buñuel”, se lee en el periódico Hoy es Arte.
Con lo cual uno revisa el librito que Fuentes escribió a propósito: “El ’68, por principio de cuentas, es uno de esos años-constelación en los que sin razón inmediatamente explicable coinciden hechos, movimientos y personalidades inesperadas y separadas en el espacio...En París, Praga y México no se es ajeno a una historia inconclusa. En Francia, la juventud parisina representó la insatisfacción con el orden conservador, capitalista y consumidor que había olvidado la promesa humanista de la lucha contra el fascismo y del pensamiento radical de Sartre en un extremo, de Camus en el otro (...) Pero en el corazón mismo del Mayo parisino había, a la vez, una fiesta y una demanda. Marx y Rimbaud, la imaginación al poder, prohibido prohibir, eran palabras de fiesta, pero también de crítica a la autosatisfacción del orden establecido y de afirmación radical, es decir, de retorno a las raíces de la promesa social, cultural y humana de una modernidad pervertida, por no decir enajenada”.
Diez años tenía quien suscribe cuando aquel tsunami cultural arrasó con toda inocencia: Desde México llegaban noticias perturbadoras, ora por radio, ora por los periódicos. Decenas de estudiantes aplastados por los tanques del poder mexicano, en Tlatelolco. Al igual que, en la antigua Checoslovaquia, en Praga, también se sucedían performances libertarios. Los mass media traían imágenes de estudiantes norteamericanos coreando frases lapidarias como “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”. Vietnam era una pesadilla que derrotaba al Pentágono en las propias vísceras de su poder. Y, aún lejos de aquella impetuosa escalada de inteligencia socioactiva, los muchachos del patio comenzaban a corear las canciones subversivas que iniciaban una mirada global.
La trova de tipos como Bob Dylan, Leonard Cohen, John Lennon y sus Beatles, Leo Ferré, los Rolling Stones, los movimientos musicales de Argentina, México, Jamaica y Brasil poseían ese furor especial que promovía transiciones y ganaba cambios en todos los órdenes. Canciones impregnadas de nuevas maneras de leer el mundo, con una mezcla hipnótica donde nombres y títulos como los Wilhelm Reich y su manifiesto sobre la Sexpol o La revolución sexual era viva consigna; Herbert Marcuse con, El hombre unidimensional, publicado hacía cuatro años, es reeditado en aquel 68 casi como una nueva biblia. Tipos como Guy Debord, con La sociedad del espectáculo, también de 1967, o Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron también lideraban las ideas inspiradoras. El texto Les étudiants et leurs études, servía una virulenta mirada al sistema educativo francés y sus mecanismos de reproducción social, que permitían a las elites conservar su poder de generación en generación. Al mismo tiempo, en la École Normale Supérieure, el filósofo marxista Louis Althusser formaba una generación de pensadores marxista-leninistas, embrión de las primeras organizaciones maoístas. Nadie era ajeno a esa ola.
En la Universidad de Nanterre, Daniel Cohn-Bendit, “Dani, el Rojo”, protagonizó parte de este furioso sismo social que cambiaría para siempre la manera de hacer política en Europa y el mundo. “Ni el mundo ni la vida volverán a ser como eran”, dijo.El cantautor Joaquín Sabina definía: “La poesía salió a la calle. Jean Paul Sartre y Dylan cantaban a dúo ypor primera vez se habló de sexo en la empresa Renault”.
Recuerda el redactor la historia que le contaba el Maestro José Antonio Abreu, quien estaba ese año en París, donde el caos parecía ser la norma y, sin embargo, no se registraron muertes. “La paz compuso su propia sinfonía”, musitó. También citaba al trovador Gilbert Becaud compuso la canción "Et maintenant",con letra de Pierre Delanoë: “Y ahora qué voy a hacer / De todos estos momentos que será de mi vida...Mi vida se desliza hacia la nada / Tú me has abandonado la tierra entera / El mismo París se muere de aburrimiento / Todas sus calles me matan. Y ahora qué voy a hacer / Voy a reír para no llorar más”.
Ciertas tendencias pretenden vincular las revueltas estudiantiles de Mayo 68 con las “guarimbas” que sacudieron al país el año pasado. Muy poco que ver. Barricadas, sí. Agitación y protesta política, también. Pero los principios y objetivos eran radicalmente opuestos. En aquel año se luchó por libertades vinculadas con la academia, los derechos sexuales y civiles, la minifalda y el amor libre, la píldora anticonceptiva y las experiencias psicodélicas. Además, diez millones de obreros apoyaban ese estallido de irreverencia furibunda.
El historiador Juan Carlos Moralez Manzur inserta el movimiento en el contexto nacional: “El Mayo Francés se inició con las protestas convocadas y guiadas por grupos estudiantiles de izquierda, que combatían la sociedad de consumo de entonces. A dichas protestas se unieron obreros, sindicatos, grupos de campesinos y el Partido Comunista Francés, que tomó la vanguardia cuando comenzaron las represalias policiales. Tuvo repercusiones en el mundo y especialmente en América Latina.
En Venezuela, el Gobierno de la época, intensificó las represalias debido al auge que tomaron los movimientos estudiantiles en todo el territorio. En el año 1968, con los sucesos del Mayo Francés, comenzó a germinar la semilla de la renovación académica, al mismo tiempo se combinó con el recordatorio de la rebelión estudiantil en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, que se extendió entre marzo y octubre de 1918, lo cual en esa época se proyectó a toda Latinoamérica, para democratizar la universidad. En Venezuela, el movimiento por la renovación se inició en la Universidad Central de Venezuela y se extendió por todo el país y eso molestó al status quo de la época, representado por los partidos y sectores que habían conformado el pacto de gobernabilidad llamado de Punto Fijo. El movimiento fue ahogado el 31 de octubre de 1969 cuando se concretó el allanamiento y cierre de la UCV durante el gobierno de Rafael Caldera”.
La mirada fresca de la joven Keren Colina también reubica el M68: “En esa época Francia presenciaba el éxodo rural hacia las urbes y el surgimiento de la sociedad de consumo, cada vez más influenciada por los medios masivos de comunicación. Las diferentes protestas se iniciaron con los estudiantes, que en buena medida, se sigue viviendo como un caos pasajero que no conviene olvidar. Esto se identifica como la fuente de todos los males: el relativismo moral, la confusión de valores, la pérdida de autoridad, el cinismo, la irresponsabilidad y la especulación. Sí se va al contexto venezolano se puede tomar esta variable, donde existen problemas similares, con salidas a la calle, a exigir nuestros derechos, pero sin encontrar un atisbo”. Medio siglo después, mayo continúainstigando la resistencia contracultural.
http://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/REPORTAJE--Mayo-68-La-revolucion-del-amor-enfurecido--20180523-0071.html
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