Kuruvinda, Testigo De Un Siglo
Alexis Fernández
El pasado sábado 20 de octubre estarías cumpliendo años, acuñando los oficios de esa larga vida que anhelaste por amor a tu ciudad¡ Maracaibo la ciudad de los pescadores, artesanos, albañiles, carpinteros, pintores y poetas que exaltaste en la humildad y magnificencia de cada oficio que fueron los tuyos.
El 20 de octubre de 1906, cuando afloraste a la vida, allí en la humilde casa de la calle Ciencias, la ciudad debería renacer en esa fecha de tu alumbramiento. Ejerciste por amor a Maracaibo, la ciudad-puerto, la ciudad fenicia, la ciudad de los relámpagos y el salitre, esa mágica tierra de chubascos y cascabeles en el buen decir de Blas Perozo Naveda, cada una de las tareas que te llevará a mejor interpretar el rol del ciudadano que iba creciendo en cada uno de los oficios que con humildad y sabiduría cultivaste hasta el final de esos días que te convertirían en el gran cronista de la amada ciudad. Nunca recibiste la nombradía de Cronista de organismo oficial alguno; sitiado por estudiantes, investigadores, escritores, periodistas, ofrecías a los cuatro horizontes del cielo tus conocimientos sin solicitar nada a cambio.
Aún está presente aquel artefacto que construiste para reproducir los caracteres tipográficos de las 101 páginas en las que editaste, “Sensorio Delirante” (1941), que como buen demiurgo de la calle salió de tus manos de orfebre de la madera y el grabado en madera mediante la técnica xilográfica para imprimir un libro con reflexiones de envergadura filosófica.
“La pequeña Venecia del Estado Zulia: anécdotas, problemas, costumbres, importancia de la región lacustre de Maracaibo (Maracaibo: Imprenta Nacional, 1949) contiene propuestas que valida un colectivo cuyo imaginario concibe un mundo posible, afianzado en sus raíces de cara al futuro, como bien señala Fernando Araujo, cronista y memorioso que escudriña de cerca tu inmenso como imprescindible legado.
La aventura de Machiques a Detroit, en un desvencijado vehículo, recuperado de un basurero, para exaltar el aporte de Ford a la rueda que había iniciado una revolución unos cuantos siglos atrás, quedó para siempre vibrando en “El camino de los grades lagos” (Maracaibo: Tipografía Unión, 1985), una exaltación a la inventiva de la técnica automotriz, quien como cualquier Aureliano Buendía, sufrió los rigores en carne propia del mundo de los inventos.
¿Quién es Maracaibo? (Maracaibo: Editorial Kuruvinda, 2da. Edición, 2005) sigue siendo el cuaderno y sus respuestas a la ciudad que la desidia y las deplorables sucesivas gerencias gubernamentales, hundieron en la desmemoria y el olvido. La aberrante crónica de la destrucción de El Saladillo, es para jamás pasar la página: hay que reconstruir su infinito imaginario. “Me consta que a las generaciones actuales les produce un encanto inefable esas vitolas de cornisas, rosetones, grecas, molduras, gárgolas, jambas, guardapolvos, dinteles, zapatas…” nos dices desde el alfabeto de la inventiva y la creatividad. En sus líneas campea la Maracaibo que contigo como “faro navegante”, (la construcción es de un entrañable amigo pintor) anhelamos recuperar.
Pues sí Régulo, Régulo Segundo Díaz, definitivamente, Kuruvinda para la posteridad que te asiste, adelanto desde esa orilla que alumbró tu genio, una nueva narrativa, una nueva narrativa sobre tu tránsito en la ciudad.
Desde un primer momento, tu presencia fue un enigma que siempre intenté abordar; más allá de suponerte un misterioso como excepcional transeúnte de la ciudad que empezaba a escrudiñar, el ovillo se desenvolvía hacia nuevas encrucijadas y expectativas que la cotidianidad convertiría en una nueva puerta de entrada al laberinto luminoso que apenas sí empezaba a vislumbrar.
El encuentro, así llamé desde un primer momento, la posibilidad de conocer aquel personaje que en las calles, en los auditórium, en las plazas, lucía como un verdadero mago, dispuesto a revelar los más intrincados como secretos arcanos que presentía vibraban en la historia de la ciudad…El encuentro, se produjo unos años después… En la Biblioteca Pública, allí en El Milagro, sobre las tres de la tarde cuando el empleado con cordialidad nos informara que era hora de cerrar y bajo tu verbo, nos dirigimos a uno de los bancos de la Plazoleta, ubicada al frente y continuamos conversando hasta bien entrada la tarde del día siguiente…
“Le referí de alguna caricatura suya realizada por Cea (Ender Cepeda), para ilustrar un trabajo en la revista. Sus ojos se exorbitaron dispuestos a saltar del cuenco que los contenía. Una sonrisa leve, casi mueca, se agrietó en sus gruesos labios y se sacudió una, dos veces las narices. Un pañuelo, un raído pañuelo anudado en una de sus puntas, enjugó el sudor que se precipitaba en su frente.
---- Sí, me hizo como en el aire, respondió y su voz giró familiarmente. Creo que primero hizo la foto, después alzó las líneas con la fotografía y queda uno así como descolgado o, como marioneta pendiente de unos hilos invisibles. Ese es el arte de la caricatura, buscar el alma, lo que está oculto en la presencia, en la evidencia insospechada de los gestos.
Pasé horas escuchándole ante la pequeña plazoleta. Esa noche conversamos hasta el amanecer siguiendo la ruta que bordean las arenas en la avenida El Milagro…
Pasé horas escuchándole ante la pequeña plazoleta. Esa noche conversamos hasta el amanecer siguiendo la ruta que bordean las arenas en la avenida El Milagro.
En sus andanzas aprendió el silbido del viento en alta mar. Aulló como un lobo herido en la espesura, hizo rechifla con sus uñas encajadas en los labios. Emitió chillidos como el viento en la arena del desierto. Ya amaneciendo, reprodujo el concierto de los jilgueros en la laguna de Ologas.
Régulo realmente era el prestidigitador que deambulaba cada tarde, seguido por los intrusos de la pensión.
Era un mago que ahora en plena calle, me hablaba del zenit y su relación con los meridianos y de los ríos que al otro lado del planeta circundan los pastos sembrados de arroz.
Su vida misma (que se nos antojaba enigmática, misteriosa en el viandante que recorría las calles meditabundo) había estado signada por las "cartas de navegación" que él, nos confesaba, trató siempre de descifrar. "Estuve siempre inclinado en viejos pergaminos y cuántas veces pude, recorrí las más remotas ciudades. Buscando algo que no sé, inquietudes, eso me llevó siempre a vivir en pensiones". Turbio Fontanero, Caracas, 2da. Edición, 2009.
La búsqueda del tesoro escondido de la ciudad de Maracaibo (donde empleaste 5 años bajo el estupor y la sorpresa) fue uno de los pasajes donde el misterio y sus correlatos terminarían convirtiéndote en el fabulador de la ciudadela que entregaba sus códigos al narrador que aún escruta el asombro y la ternura, los singulares personajes y sus mágicas leyendas, nuestra tragicomedia cotidiana bajo la lámpara y duermevela de tus pasos…
¡No. No es una biografía al uso. La vida en pensiones…las lecturas… la escritura… la memoria… los amigos… la ciudad-puerto… la ciudad anhelada… las aventuras… los oficios… la pobreza… la edad longeva… el declive de la vida… la enfermedad… la muerte… Aún no lo sé…
Es quizás una leyenda fabulada de tus pasiones y obsesiones y que retomo nuevamente a partir de esas primeras líneas, contenidas en Turbio Fontanero (Maracaibo, Fondo Editorial Orlando Araujo, 1992) y en esa narrativa que obcecadamente llamé, La Casa de la bahía, Memorias de Manuel Trujillo Durán, (Maracaibo: Ediciones PDVSA, 1913) culminada luego de diez años. Uno de esos personajes con quienes trabajaste y admiraste, enseñaste y aprendiste fue Manuel Trujillo Durán. Y como de narrativa se trata relato alguno de esos momentos estelares donde sus vidas corrieron paralelas hasta hacerse vasos comunicantes, donde el azar y la realidad se dieron un fuerte apretón de manos…
“Otro evento memorable fue el eclipse total de sol. Es tres de febrero, la bahía estrena un claro día, con una suave brisa que sopla del Norte. En pocas horas se desarrollará el eclipse total de sol de 1916. “En la región del lago el de febrero es un mes de cielo limpio y sin nubes y el eclipse era en horas de la mañana, se esperaba completa visibilidad y los habitantes de la ciudad se prepararon con binóculos, anteojos oscuros, vidrios ahumados, y entre el grupo de personas amantes de la astronomía, uno de ellos, don Manuel Trujillo Duran, tenía un buen telescopio, lo instaló en la terraza superior del Palacio de Gobierno, avisando por la prensa el día anterior al del eclipse que al ocurrir el primer contacto de la luna con el sol haría estallar una potente bomba pirotécnica para anunciar el principio del eclipse.”…”, ha escrito refiriéndose a ese día un prestigioso cronista quien describiría con detalles las peripecias que he logrado armar para anunciar el inicio del eclipse y hacer partícipe al publico que animoso se ha dispuesto a presenciar el fenómeno astral.
He logrado anunciar por la prensa el día anterior que iniciándose la interposición, detonaré una poderosa bomba pirotécnica para advertir del momento estelar. Armados de lentes oscuros, vidrios ahumados, binóculos, con sus respectivos sombreros de pajilla y sus pertinentes abanicos, una larga cola de entusiastas espectadores se encuentra frente al Palacio de Gobierno, donde armado de un telescopio en la terraza superior, les exhorto, a disfrutar del magnífico espectáculo sideral.
Un niño de algunos nueve o diez años, curioso, pero muy discreto, ha esperando pacientemente su turno, para observar con sumo interés el oscurecimiento, ¡es un espectáculo!, ¡un espectáculo!, pero, me voy, me voy a verlo en la casa, me dice con simpatía y admiración, luego de observar pacientemente no sólo el paso del eclipse sino el aparato mismo, la disposición del artefacto, las acotaciones escritas en el cuaderno de notas.
Luego, el acucioso niño, que provisto de su vidrio ahumado, con los años, nos propiciaría, su particular percepción del evento “…Manuel Trujillo Durán, promotor del cinematógrafo y de la afición por la astronomía en Maracaibo, obtuvo permiso del presidente del Estado para observar con un pequeño telescopio el eclipse desde la azotea de la casa de Gobierno, y avisar a la población con una bomba de mortero de las que se usan en fuegos de artificio, en el preciso instante del comienzo del fenómeno que fue pocos minutos después de las diez de la mañana. Numerosas personas se congregaron frente a la Gobernación, que lucía para entonces su color amarillo. No es difícil saber, quién era el niño de apenas nueve años y tres meses de edad, que estaba atento al estallido de la bomba anunciadora con su vidrio ahumado listo a observar por vez primera un eclipse de principio a fin.
El niño observador obtuvo permiso de su madre para estar presente en la plaza frente a la Gobernación porque con toda seguridad de obediente, habrá de regresar al hogar para ver en familia completa la cumbre del eclipse, así fue. Cuando el sol presentaba un menisco parecido la luna nueva y se tornaba amarillento como ésta, el niño interesado estaba en reunión en el patio delantero, observando a las gallinas que venían en busca del rincón donde tenían su dormitorio sobre una vara, creyendo que venía la noche. Luego se escuchaba el canto agudísimo, más bien chirrido, de los grillos nocturnos. El sol semejaba una abola negra rodeada de colorcillos de arco iris, lo cual es la cromósfera del sol; y como de remate de cuento, brillaron unas diez estrellas, dos de las cuales, por ser las que salieron como luceros de alba, se veían imponentes. Durante un minuto fue lo grandioso”. (La casa de la bahía: Maracaibo, 2013).
Encuentros que se repitieron engrandeciendo el alma y los espacios de los infatigables habitantes de esa ciudad que se hizo entrañable, habitable y cónsona para los pasionarios que con su labor de orfebres, artesanos, alarifes, periodistas, fotógrafos, cronistas, científicos, en fin artistas, levantaron sus límites para que la imaginación corriera libre sin cortapisas, sin prejuicios; en el pleno ejercicio de su libertad creadora…
“Ante la construcción que dirijo se desenvuelve con destreza un joven aprendiz de albañilería que realmente me ha impresionado, lo había conocido cuando el eclipse del 16, hizo la cola para observar en el telescopio, llevaba en la mano, un vidrio que él mismo había ahumado en su casa, un curioso muchacho interesado tanto en la técnica de cualquier oficio como en la explicación teórica de cuanto se moviera a su alrededor. Régulo Segundo Díaz Semprúm, es el joven que ya descuella como maestrico de obra, realizador de plantillas para los decorados de las fachadas, los llamativos remates policromados, las molduras y formas en relieve, para decorar las encendidas cornisas, rosetas y arabescos, así como las ventanas redondeadas y los vistosos portones, de buen gusto que decoraron por años nuestras casas. Amén de ser un empecinado lector y aplicado pintor, alumno de Manuel Puchi Fonseca.
Ha trabajado con interés el arte de la construcción y habilidoso aprende cómo tratar la madera, cómo trabarla para no maltratarla, además de poseer un sutil sentido de la realidad, en momentos cuando se desempeña con diligencia, en la construcción del circo-teatro que levantamos en la calle Carabobo, “!Estas arcadas llegaran más lejos que un simple teatro, un coliseo griego digno de grandes representaciones teatrales…!” me ha dicho con una voz de viejo que se esconde tras sus agudos ojos interrogantes, cuando diligente aplica un barniz en base a resinas preparadas por él mismo para la protección de la madera, se destaca como estudioso de las matemáticas y desde el eclipse del dieciséis cultiva la astronomía”. (La casa de la bahía: Maracaibo, 2013).
Compartías con Manuel Trujillo Durán, la construcción del circo teatro Variedades, allí en la ahora llamada calle de la Tradición, al lado de la casa del insigne Udón Pérez.
He llamado a estas nuevas líneas, El aprendiz de alarife. La razón y sin razón, es la vida que durante casi un siglo, viviste creando para como diría El Gabo, a quien rememorabas con admiración, La vida es la que uno ha vivido para contarla. Tu vida no es un pretexto para llenar cuartillas, es un hecho que trasciende nuestra memoria y colma nuestras legítimas ansias de expresión colectiva. Identidades múltiples, manifestaciones diversas, visión ennoblecida por el pensamiento y conocimiento que nutre tu pensamiento y obra.
, en otros lugares de Venezuela, y en otros países –de Colombia por tierra hasta Canadá- con personajes notables.” (2007).Maracaibo, cuando se inquiere por Kuruvinda, señala con propiedad, “!...una biografía de él sería no sólo longevidad y memoria…Una gran pasión por su lugar natal, por su país, por el planeta…El pintó, hizo tallas en madera, viajes, vivió peripecias, tuvo incontables lecturas, polémicas…; encuentros en de raíces y diversidades, como titula ese compañero de viajes, como lo fue Enrique Romero, en el sabio y excepcional artículo que te dedica en la revista Kuruvinda, No solo longevidad y memoria En esa larga vida,
Todo el abecedario se junta para nombrarte: la ciudad reclama tu ya trascendente presencia. El apelativo en sanscrito, se torna entrañablemente familiar…
Hoy se despeja la ciudad, se recuperan sus espacios, se vuelven a ver las extensiones y fachadas de sus calles y edificios que al lado de entrañables como entusiastas testigos, tantas veces recorriste con el éxtasis inenarrable de contar su propia historia. En una decidida gestión de recuperación de nuestros valores raigales la Alcaldía de la ciudad, nombra a la antigua avenida Padilla, avenida Urdaneta para devolverle a la memoria de la ciudad la nombradía del héroe General Rafael Urdaneta, genuina acción de lealtad y valor en la gesta emancipadora.
Francisco Urbina, al frente del CRU, organiza el Museo Maracaibo Centenaria y propone la Biblioteca Patrimonial Kuruvinda. Este humilde servidor, ha creado en la Casa de La Capitulación, esa casa que describiste con pasión y amor patrio en reiteradas ocasiones, la GALERIA KURUVINDA, donde hoy se exponen una serie de fotografías de Audio, intervenías por su hermano Ender, llamada, “Hermanados de arte y oficio”, integrada por una memorable foto tuya, redimensionada por el arte de la plástica que bien desempeña su hermano Ender. 40 obras que recogen el fabulario de artistas y creadores en su más próxima cotidianidad y transcendencia: el humor y su infinita sabiduría. El país, la ciudad y sus oficiantes guardan la memoria sensible que proporciona el arte en sus diversas y variadas manifestaciones. La Galería Kuruvinda, aquí en La Casa de la Capitulación, se convierte en epicentro de esas diversas y múltiples expresiones.
Hoy caminé la calle Ancha, la calle del Comercio, la calle Larga, las inmediaciones de la plaza Baralt, con un sentido de pertenencia inenarrable en sus espacios, una querencia en sus cornisas y fachadas abiertas de par en par; olfatee el mercado Las Pulgas, sus adyacencias y sus edificaciones de mampostería para ocultar el delito y la perversión. Parapetos convertidos en mercaderías de una despersonalizada presencia que habían secuestrado la ciudad habitable. Un aroma a comienzo, a volver a empezar, a ciudad recién inaugurada, ventea donde el delito y la corruptela se habían entronizado.
Una perversa mafia había implantado su poder de aniquilamiento y extorsión de lo nuestro: hacernos extraños a nuestros propios espacios, alejarnos del corazón de la ciudad. Quitarnos la calle era inversamente proporcional, a quitarnos el alma.
Desde esta humilde tribuna, como narrador y Director del Acervo Histórico, en la gestión de un joven de valor y temple, en cuanto Gobernador bolivariano, como lo es Omar Prieto, va mi gran admiración por la encomiable labor de Cronista que sin presunciones ejerciste con el irrenunciable valor de la sobriedad, hoy cuando vuelves a cumplir años desde esta orilla que amaste con tanta dignidad¡
https://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/Kuruvinda-testigo-de-un-siglo-20181029-0019.html