14DIC2014
El Buen Padre Debe Saber Desaparecer
Escrito por francisco sanz
Al buen padre ¿quién lo conoce?
El buen padre debe saber desaparecer, al buen padre si no, ¿quién le conoce? Es como el guerrero cuando la guerra se termina, que se haya convertido en héroe, que se haya sacrificado por nosotros, qué bien, que haya desaparecido: ¡qué descanso! Al buen padre ¿quién lo conoce? Si no tienes un buen padre, hazte con uno, ¿como? Haciéndote hijo de tus obras. “Cuando el hombre hace algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nace de nuevo y cobra otros y mejores padres, y pierde el ser que antes tenía. De donde tuvo origen el refrán castellano que dice: cada uno es hijo de sus obras”.
La tarea del héroe no es precisamente ser reconocido como tal. Si emprende la acción heroica, si guarda la frontera, si da tiempo a los suyos a guarecerse mientras planta cara a la fiera, no es porque aspire a reconocimiento alguno. Desde Jesús hasta Don Quijote los maestros de heroísmo han insistido en que no debemos contar de antemano con su agradecimiento, nuestra hazaña carecería de valor... El valor infinito de las buenas obras estriba en que no tienen pago adecuado en la vida, y así rebosan de ella.
Se entra con los demás en otro ámbito cuando se pretende salir de la reciprocidad romana, do ut des, doy para que des, cuando lo que pretendes es realzar tu calidad de agente, buscar recompensas en otro orden de cosas. Así Nuestro Señor Jesús: “Cuando des una comida o una cena no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás dichoso porque ellos no te pueden corresponder”. Como Nuestro Señor Don Quijote: “Hay que ayudar a los galeotes porque ellos no se lo merecen, porque ellos no te lo agradecerán”. Y Nuestro Señor Nietzsche: “Hay que devolver bien por bien y mal por mal, de acuerdo, pero ¿por qué a la misma persona?”.
El lenguaje realiza rompiendo el silencio lo que el silencio ha pretendido y no ha logrado. El heroísmo es la buena voluntad para el ocaso absoluto de uno mismo. La brecha es irreductible, o bien uno renuncia a la forma religiosa, o bien mantiene la forma pero pierde la esencia. Allí reside el gesto heroico extremo que se espera de doctrinas heroicas como el cristianismo: para poder salvar su tesoro debe sacrificarse, como lo hizo Cristo, que debió morir para que surgiera el cristianismo.
En el otro lado del heroísmo, y tan importante como él, se encuentra la resistencia. El heroísmo de quedarse aguantándolo todo es el heroísmo de la cucaracha. El heroísmo se parece mucho a la resistencia cuando uno intenta adecuar la distancia a base de buena educación. Así pues, la urbanidad, modo de reconocerse entre sí y de reconocer a los intrusos se convierte en un medio práctico de tomar las distancias. De hecho cuando hay que manifestar a alguien hostilidad o desprecio, basta, como se sabe, con afectar con respecto a él una urbanidad excesiva que le molesta como un reproche y excluye inmediatamente toda familiaridad. No se puede olvidar a este respecto el modo tan característico en que ciertos individuos considerables, como Baudelaire, adivinando el arma impecable que ocultaba una corrección perfecta, hicieron del dandismo la forma privilegiada del heroísmo moderno.
Ni la resistencia ni el heroísmo se entienden. Y es mejor que sea así. Como dice Unamuno: “Ante un acto de generosidad, de heroísmo, de locura a todos estos estúpidos bachilleres, curas y barberos de hoy no se les ocurre sino preguntarse: ¿Por qué lo hará? Y en cuanto creen haber descubierto la razón del acto - sea o no sea la que ellos suponen - se dicen: ¡Bah! Lo ha hecho por esto o por lo otro. En cuanto una cosa tiene razón de ser y ellos la conocen, perdió todo su valor la cosa. Para ello les sirve la lógica, la cochina lógica”. De un modo u otro consideremos pues el carácter autofundante de la decisión heroica, su rechazo del papel fiscal de la conciencia, su función ejemplar y finalmente el talante jubiloso de su empeño.
http://www.kaosenlared.net/component/k2/102092-el-buen-padre-debe-saber-desaparecer
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