Lauren Bacall
Aquella forma de mirar a Bogart
Lauren Bacall con aquella forma tan suya de mirar a Bogart en la película 'La senda tenebrosa' (1947)
14/08/2014 11:33 horas
Con 19 años, Lauren Bacall aprendió a mirar a Bogart. Fue, claro, en 'Tener o no tener' (1944), la película con la que debutó en el cine, dirigida por Howard Hawks, en la que compartía cabeza de cartel con el ya gran Humphrey Bogart, 25 años mayor que ella y divorciado. Aprendió a mirarlo con la cabeza levemente inclinada hacia abajo, con aquellos ojos transparentes suavemente forzados hasta que el iris rozaba las pestañas superiores, con aquella irresistible mezcla de candor, admiración, sorpresa, desafío y una soterrada, delicada ironía.
Así estuvo ella mirándole toda la película, así estuvo mirándole durante los 12 años que estuvieron casados, así continuó mirándole cuando enviudó de él, cuando ella se casó con Jason Robards a los tres años de la muerte de Bogart, después de enviudar también de Robards, cada vez que hablaba de Bogart, incluso cada vez que hablaba de Robards. Con 19 años, Lauren Bacall aprendió a mirar a Bogart para el resto de su vida.
Quedan muchas fotografías de la pareja -fotos de rodaje, o publicitarias, o de su vida privada- en la que Bogart parece siempre más alto que Bacall y ella lo mira como si le resultara imposible borrarse de los ojos la palpitante inexperiencia vital, profesional y sentimental con la que se enfrentó, apenas salida de la adolescencia, a aquel gigante de Hollywood al que, a pesar de todo, perturbó con unos diálogos afilados, burlones, retadores, desafiantes. "Sabes silbar, ¿verdad? Sólo junta los labios y silba".
Naturalmente, no era sólo lo que decía, sino cómo lo decía, con aquella mirada de gata joven y aquella voz ronca, ahumada, oscura, inesperada en aquel físico flaco y flexible y aquel rostro limpio, irreprochable. Y, naturalmente, tampoco los espectadores podíamos ser inmunes a aquellas frases, a aquella voz, a aquella mirada. Porque Lauren Bacall, cuando aprendió a mirar a Borgat, aprendió a mirarnos a todos nosotros.
Cuando rodó con Bacall 'Tener o no tener', Humphrey Bogart ya eraun dios curtido por el éxito y por su propia biografía, pero enseguida debió de comprender que nadie hasta entonces le había mirado como le estaba mirando aquella muchacha que tenía el descaro luminoso y la habilidad innata de parecer al mismo tiempomás joven y más adulta de lo que en realidad era.
Saberse bien mirado, y aceptar ese desafío de la mirada sabia y entregada del otro, es una de las experiencias más potentes y estimulantes que cualquiera puede vivir. Humphrey Bogart y Lauren Bacall fueron el ejemplo más cabal y seductor de la pareja que sabe mirarse y, a partir de ahí, construir una relación resplandeciente, expansiva, envidiable. Una relación capaz de perdurar en el inconsciente colectivo más allá de todas las vicisitudes vitales de sus protagonistas, más allá de los vaivenes y desmanes del tiempo y de las oquedades de la muerte.
Lauren Bacall declaró en una entrevista a Vanity Fair que sabía que su obituario, cuando llegase el momento, estaría "lleno de Bogart". Ese momento ha llegado y lo que ahora ocupa el primerísimo plano, a la hora del recuento de una vida larga y pletórica, llena de interpretaciones inolvidables y siempre definida por una personalidad brillante, arrebatadora, son aquellos 12 años en los que Bacall y Bogart estuvieron casados. Pero ahora, en la memoria,Lauren mira a Humphry de igual a igual.
Ha habido otras parejas de actores capaces de marcar nuestro recuerdo con su exuberancia emocional y sus deslumbrante fotogenia -pensemos en Elizabeth Taylor y Richard Burton, o en Ava Gardner y Frank Sinatra, o en Katharine Hepburn y Spencer Tracy-, pero ninguna de ellas proyectaba aquella mezcla de rareza y armonía, tan creíble y tan apasionada, que creíamos siempre percibir en Bogart y Bacall.
Cuando aparecían juntos en una película, cuando se dejaban fotografiar con sus hijos, cuando se encaraban, cogidos del brazo, a la caza de brujas del senador McCarthy, daban la impresión de ser inseparables para siempre. El tiempo ha demostrado que lo eran, que lo son. Dicen que en el féretro de Bogart, ella le dejó un silbato y una nota: "Si me necesitas, silba". Ahora, por fin, Bogart ha silbado.
Físicamente no podían ser más distintos, era notable la diferencia de edad entre ellos, sus respectivas actitudes ante la vida parecían colisionar, y seguramente en la realidad no todo fue siempre tan estupendo y tan envidiable; pero no sólo eran extraordinariamente fotogénicos por separado, también lo fueron juntos, ante nuestras miradas encandiladas. Porque Lauren Bacall no sólo consiguió mirar como nadie a Borgat y mirarnos a nosotros, también logró que nosotros aprendiéramos a mirarlos a ellos. Ay, aquella mirada Bacall, aquella manera de mirar a Bogart...
http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/14/53ec809d22601d9d6a8b4582.html
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